miércoles, abril 07, 2010

Malditos, un acercamiento por uno de sus antologadores

Cristián Gómez, antologador junto a Mónica de la Torre, comenta "Ya está saliendo la antología que Mónica de La Torre y este servidor preparamos durante todo este año (aunque los planes comenzaran desde antes). Malditos latinos, malditos sudacas: poesía iberoamericana made in USA, es el título que, en honor a Los prisioneros, le pusimos a esta selección de poesía que si bien no es la primera en su terreno, sí busca recoger un corpus de autores o escrituras cada vez más acendrado en el país del norte.
Malditos latinos, malditos sudacas reúne a unos catorce autores de distinta proveniencia y trayectoria, pero que cuentan con el denominador común de vivir (o de haber vivido por largo tiempo) en Estados Unidos. Mónica y yo queríamos, por sobre todo, averiguar si la experiencia de tener raíces latinas en contacto con la cultura norteamericana había tenido algún efecto (de la índole que fuera) en la escritura de estos poetas. Con eso en mente, pronto nos dimos cuenta que teníamos muchísimo paño que cortar. Lo primero que teníamos por delante: definir qué es ser latino en USA, para recién entonces abocarnos a la tarea de delimitar ese concepto de latino habitando en este país. Aclaro desde ya que no pudimos con ninguna de las dos tareas. A lo más, en nuestro largo intercambio digital-epistolar, Mónica y yo nos atuvimos a ciertos criterios operativos, definiciones provisorias que nos permitieran movernos en el amplio que enfrentábamos.

La idea de poeta latino con que trabajamos fue de por sí amplia. Se incluían en ella: de partida aquellos que habiendo nacido en países de habla hispana, se hubieran venido a estas tierras por motivos laborales o políticos o ambos a la vez. O motivos sentimentales, si los hubiera. O el hubiera tenido a bien cada uno de los poetas, pero que estuviera viviendo aquí, con cara de permanencia. Aquí entraban poetas como Román Luján, José Molina, Marcelo Pellegrini, Francisco Leal, Jorge Frisancho, entre otros. Otra categoría es la de aquellos y aquellas que siendo norteamericanos, tenían raíces de distinto tipo en la cultura latina (concepto, este último, también bastante amplio). Aquí entraban autores como Andrés Fisher, Rodrigo Toscano y Urayoán Noel. Fisher representa, creo, la quintaesencia de esta categoría. Nació en Chile, hijo de padres chilenos, pero ha pasado largas temporadas de su vida entre España y, desde hace algunos años, en algún lugar del estado de North Carolina, donde hace clases de español y sociología. Pero también habían, para agregarle un poquito más de diversidad a este panorama de por sí diverso, aquellos poetas latinos que escriben en inglés, o en spanglish, y que son por derecho propio tan latinos como cualquiera. Daniel Borzutsky, sin ir más lejos, es chileno, si se entiende por chileno alguien que nació en Chile, hijo de padres chilenos, es fanático de los Cubs y creció en Pittsburgh. Es, además, traductor de Juan Emar y Jaime Huenún, como para que no queden dudas de sus credenciales patrias. Rosa Alcalá escribe en inglés, enseña Literatura Creativa en El Paso, Texas y es traductora. Muchos de ellos son profesores universitarios, incluso en universidades privadas, lo cual en Chile dicen que es pescado.

Subyacen a la selección que hicimos Mónica y yo, esas zonas fronterizas y aún no delimitadas (tal vez nunca lo sean, tal vez no sea necesario) entre la poesía latina en USA, la poesía hispanoamericana escrita en USA y la poesía chicana, ninguna de las cuales es equivalente a ninguna de las otras, pero tampoco se encuentran plenamente divorciadas. Están, por el contrario, íntimamente intertwined. Los vasos comunicantes son múltiples y no sería difícil tentarse con la figura del rizoma para explicar los movimientos sin retorno que marcan la relación entre estos discursos. La minoría étnica de los latinos en USA tiene una larga lista de implicaciones sociológicas. Sin embargo, como concepto para discriminar cuestiones literarias, se queda corto. Ni todos los latinos son mexicanos ni es lo mismo ser chicano de primera generación que un inmigrante recién llegado. Ni es lo mismo lo que escriben Pepe Molina y Rodrigo Toscano. Ni tampoco el camino de vuelta está muy bien definido. Poco se sabe, muchas veces, en nuestros propios países, de la poesía hispana escrita en Yanquilandia. Ni tampoco tiene un lugar que haya sido establecido en la historia de esas literaturas. Por poner un caso que me toca: podríamos decir que los chilenos que vivimos en el exterior no tenemos derecho a voto ni lectores.

Sobra decir que la antología no podría salir sin el esfuerzo y la dedicación de los editores del Billar, Rocío Cerón y Rodrigo Castillo. Nunca me había escrito tantos correos como los que intercambiamos con Mónica, Rocío y Rodrigo. La corrección de pruebas fue tan tediosa y satisfactoria como lo suele ser ese oficio siempre mal pagado e incomprendido (lo digo con conocimiento de causa, ya que a mí me tocó aprender en la escuela de Silvia Aguilera y LOM ediciones, cuando aquella querida editorial aún estaba empezando y a veces había que corregir un libro al día).

A esta antología la anteceden otros trabajos semejantes, como la antología de poetas latinos que hiciera el poeta colombiano Carlos Aguasaco (Encuentro: 10 poetas latinos en USA) y The Wind Shfts: New Latino Poetry, de Francisco Aragón, entre muchas otras. También la anteceden la obra de amigos y autores como Miguel Ángel Zapata, Róger Santiváñez, Eduardo Espina, Carlota Caulfield, Lila Zemborain. José Kozer. Y antes que ellos Pedro Lastra, Armando Romero, Enrique Fierro, libros como A partir de Manhattan y, aún más lejos, el Poeta en Nueva York de Lorca. Malditos latinos, malditos sudacas se suma con alegría a esos esfuerzos."

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