lunes, diciembre 20, 2004

La poesía que vendrá

Presentamos una breve selección de poemas inéditos de dos autores que serán publicados en El Billar de Lucrecia. Un pequeño aperitivo de parte de los editores para festejar el generoso y dicharachero espíritu de estas fechas decembrinas.


Washington Cucurto (Quilmes, Argentina/República Dominicana, 1973)*


FAUNA ONCEANA

Gordos vendedores de maní con chocolate.
Gordos vendedores de medias futboleras de equipos europeos .
Gordos vendedores, ex pasteleros, de pastelitos de membrillo.
Gordos, perversos vendedores que venden a sus hijas como si fuesen ropa.
(Bombachas, medias, remeritas, topsitos. Se pajean con ellos).
Gordos, cerdos vendedores de choripanes, morcipanes, riñopanes,
adobados con la carne de sus propias mierdas.
Gordos vendedores que dan la hora.
Gordos, calculadores vendedores que te dan el día y la hora exacta de tu muerte.
Gordos, tétricos vendedores que se cargan a la muerte, por encargo.
Gordos, velocísimos vendedores que ponen en juego tu imaginación:
te venden un juego de agua con lucecitas fluorescentes, más alarma y dos pilas
de regalo.
Gordos, tropicalísimos vendedores emparentados de inmediato con tus ganas de escuchar música.
Gordos, grasas y tránsfugas vendedores que te venden lo que tu vida no necesitaba hasta que llegaron ellos.
¿Por qué aparecerán? ¿Quién los llamó?
Gordos, hispanos vendedores de toda la hispanidad mundante: antologías de García Lorca, novelones de J. Amado, Guías de calles de la Ciudad, Biblias, mapas, posters.
Gordos, simpaticones vendedores dispuestos a venderte la mar en coche enmoñada, el moro y el oro, un fangote de moscas y hasta un amor.
Gordos, necesarios vendedores que alimentan tu imaginación y comienzas a necesitar.
Gordos, peligrosos vendedores que te apuntan a la cabeza con un arma.
Gordos vendedores que te anuncian el jeans más barato por altoparlante.
Gordos, arequipeños vendedores de pilas, linternas, lotos, cotos, alegres o tristes, como usted quiera. “Lo que usted quiera”.
Gordos, subsidiarios vendedores que hunden y salvan al mundo a cada grito.



CORAZON SAGRADO

Sagrado corazón, para qué sirve
toda la plata de las remeras, de los posters,
de los despertadores, ¿para qué sirve
la plata de las putas, si igual somos unos mersas
hundidos en la miseria y más emputecidos que nunca?
¿Para qué sirve la guita si no es para calmar nuestro hambre?
¿Hacia qué cuenca desemboca la plata de los diarios perucas y las revis paraguayas?
¿Hacia adonde va a parar este río bardero de dinero?
Está sucia la tela de la canasta de chipas,
Sagrado Corazón.
el calentador de panchos ya ni entibia y, su agua es el agua de la zanja,
¡dátela, Sagrado Corazón!
Las bijouteries berretas ya no brillan
y a ninguna jovencita atraen con su fulgor,
¡dátela, Sagrado Corazón!
Sangrante y sagrado Corazón,
nuestra juventud se esfumó
y nuestra floja sangre ya ni para
teñir una calle del mundo, sirve.
Eso, para qué servimos, Sagrado Corazón?
¿Y la plata, dónde está?

* Tomados del libro inédito “Hatuchay”, de próxima publicación en EBL.


Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972)*


CELEBRACIÓN PALMÍPEDA

A mi estómago poco le importa la inmortalidad.
Heinrich Heine


Deleite hervir en cuerpo propio
y desnudar la lengua
A los favores del fogón y sus alientos
Para asistir a la impronta del milagro
Y ser testigo de la divinidad recóndita
Guardada en el ceño de la comisura.

Afinca la gloria en el paladar y el olfato:
Los misterios gnósticos, órficos,
Distan de ser razón y cumplimiento
Tiento acaso de la verdad última por acercarse al paraíso.

Frente a mí los delantales han volado
Lloro de tristeza cual galgo amputado de su orgullo
Por hincarle el diente sin letargo ni andadura
A este pedazo de cielo que se vierte entre mi plato.

Oh corazón fallido el amor no es placer alguno
Sino alcancía vacua y deshuesadero de nostalgias.

Yo me levanto y brindo por el hallazgo de este Pato a la Frambuesa
Que Ovidio hubiera muerto y remuerto de haber probado
en ocasión alguna.



POEMA TRAVESTIDO

Nauseoso y corcovado caigo en cuenta,
las curvas de altas cumbres de Sabrina
no oscilan ni se mueven,
son dos gibas pelotudas,
seña fina de dos manos expertas
de estilete y bisturí,
cauce contenido de silicona:
gloria de mis labios.

Añoro la carne suelta,
la encorvada mama de hembra que,
resuelta, mira a tierra.

No pido milagros, ya no mondo en quinceañeras
(éstas reciben paquetería en aniversario),
sólo exclamo nostalgia infante y esperanza vana
de unas tetas turgentes que lampen mis labios,
que izen mi fiebre
y hagan de mi cremallera una candinga.



EL AMOR

Entre el tendero y tú, amor mío, un espacio se abre y surca.

Una res colgante acude al clamor de mi caída:
En sus brazos he sido la diosa del pulque,
La estatua de asbesto de redondeces insólitas,
La salvia de todo pecador enmohecido.

El tendero es la vid de mi viñedo:
He encontrado, por fin, el tálamo de rosas entre filos y cortes.
Un suavecillo olor de res ya me recorre,
El amor es sólo amor entre las carnes.

Y un jugo, una saliva y una metralla de palabras obscenas
Y un cuerpo que sabe de lomos, pechos, grupas,
Me abastece.

Lo siento amor, la carne llama.


* Tomados del libro inédito “Satén”, de próxima publicación en EBL.











sábado, diciembre 18, 2004

El principio de todo

Una plaza de Santiago de Chile, con sus cafetines infestados de locos y apáticos, habría de ser testigo de una conspiración rabiosa y de resistencia de tres poetas engreídos, egocéntricos y borrachos (aunque uno de ellos confesaría más tarde que él, en realidad, nunca bebía alcohol)*. Una fiesta musical, de evoluciones y transposiciones, un cotilleo de seducciones oníricas, una excrecencia de poesía siempre esquiva.

El mundo acaba y empieza frente a una botella de vino.

Aquella terca plática sobre poesía terminó en una suculenta bocanada de humo. Los Lucky strikes matan más lentamente... La conspiración más alta, más compleja, de mayor estrategia Tao (Napoleón sucumbiría ante tal hazaña mental) consistía en hablar de poesía hasta laxas horas de la noche rumiando el provenir del mundo.

Sentados, atrapados y con lágrimas en los ojos decidieron que el mundo era una mierda. La poesía una inmundicia y ellos —oh, juventud en llamas— un trío de ingenuos, practicantes vergonzosos de la poesía y prófugos de la vergüenza (¿Cómo no matarse después de Luis Hernández, Martín Adán o Gorostiza?). Por ello siguieron bebiendo. ¡Qué mejor ejemplo para dejar al mundo que una luminosa acera vomitada!

El mundo acaba y empieza “en tu sexo,/ ante el hijar maduro del día.”

Años después, aquellos tres poetas, desperdigados entre Argentina y México, seguirían en el conservadurismo de las latas de frutas. Lícito negocio de ver pulimentados ciertos versos, quizá unos cuantos poemas, más lejano un ejemplar, volumen, dizque libro. Y en esa aventura de surtir a los comensales del metro de alguna nota, versito o aperitivo filosófico, uno de ellos, viéndo su ridícula imaginación de galgo amputado, su presunción de equívocos y su extraño sentir pro cacería humana, una mañana iluminada y, ciertamente, ociosa, saltó de la ventana.

El mundo acaba y comienza en un bolígrafo de tinta negra.

Bajo esa luz, en plena caída, paralelo a la voz grabada del poeta, reconoció un poema suyo y el maullido de sus gatos. Aquella región límite encauzó su órbita de editor frustrado, su más anclado espíritu de aires bolivarianos. Entonces desempolvó sus alas. Ante sí el Lago de Zempoala y el Titicaca eran hermanos. Los ríos Bravo y Amazonas eran una única y misma carnalidad acuosa. Buenos Aires, Lima, Santiago, Bogota, Ciudad de México conformaban una hermandad poética. Una auténtica pilastra de rufianes (poetas) donde la epifanía, por fin, recogería sus signos. Entonces el relámpago llegó: la encarnación, el símbolo de toda poesía era ella: esta mujer: estas curvas: esta voluptuosidad de carnes que mamaría toda Latinoamérica.

El mundo acaba y comienza en “un varón y una hembra en verano un varón y una hembra en verano.”

Lucrecia y sus juegos. 13 libros. Cuenta regresiva. Cada poema muere bajo su propia muerte. Y reconquista su propia vida. 13 libros en un periodo de tres años y medio. Cuenta regresiva para evitar la burocracia del dinero y la necesidad de pedir fiado al gobierno. Tres años y medio para no morir en el intento. Sólo autores nacidos en los setenta. Sólo latinoamericanos. Lucrecia y sus curvas prodigiosas, o las tetas y nalgas de todas nuestras madres. Sólo la mejor y más auténtica poesía de los chavales nacidos al ritmo fogoso de Gloria Gaynor y Violeta Parra. Sólo lo mostro, lo machazo, lo más candinga. 13 libros que harán historia en la Historia de la Poesía de toda Latinoamérica.

El mundo acaba y comienza en “el seductor, airado can/ de liviana llama entretejido,/ perro de llamas y maldito,/ entre rocas nevadas y frentes de desazón/ verdinegra, suavemente paseando.”

Dicen, aquellos que dicen saber, que a Latinoamérica la une sólo una cosa (más allá del castellano): el espectáculo gringo. Nada más lejano a la verdad. A Latinoamérica la une un par de tetas grandes y valientes y un culo rebosante de miel. Y una poesía que desteje la vida y la muerte con solemnidades y sin ellas. Así, en firme.


El mundo comienza y acaba en Ediciones El Billar de Lucrecia.



PRÓXIMO LANZAMIENTO LATINOAMERICANO

ABRIL DE 2005
"Hatuchay" de Washington Cucurto

Para ponerse en contacto con los editores, mande un correo a:
elbillardelucrecia@hotmail.com


* Aparición especial de Mr. Washington Cucurto y Sergio Valero alias el XPollo y de Gabriel, cariñoso anfitrión chileno.