lunes, julio 31, 2006

De bloggolandia sobre El billar de Lucrecia

Sobre EBL, en palabras de Ignacio Sánchez Prado
(http://vueltaalmundorevuelta.blogspot.com)

El billar de Lucrecia y la edición de poesía latinoamericana

En mi viaje al DF, después de un periplo de librerías, logré hacerme de los tres ejemplares de poesía latinoamericana editados por la naciente casa El billar de Lucrecia: Hatuchay de Washington Cucurto, Multicancha de Germán Carrasco y Los amores del mal de Damaris Calderón. Nacida apenas a fines de 2004, la apuesta de El billar de Lucrecia es osada: la publicación de poesía joven de otras latitudes del continente, apostando también a la distribución continental. Es difícil exagerar lo heroico de la empresa: en un país donde las editoriales especializadas en poesía tienen una distribución decreciente, apostar no sólo al género, sino a poetas desconocidos en el país suena casi a locura. Sin embargo, en su corta vida, ya han logrado producir tres títulos de factura extraordinaria, con un diseño editorial original y con distribución en varias librerías del continente. Aun cuando es lamentable que librerías líderes como El Sótano, Gandhi y el FCE no tengan estos libros, por lo menos vemos que en México existen todavía librerías y editoriales independientes con buena salud.

Entrando a los libros, voy a seguir el orden de publicación. Primero, Hatuchay es parte de una genealogía rara, pero fascinante de la poesía latinoamericana: el poemario bailable. Hijo de una noche de pasión entre el Sóngoro Cosongo de Nicolás Guillén y la poesía de la Sonora Santanera, el libro de Washington Cucurto es de una improbable argentinidad. Cucurto es un escritor muy alejado de su tradición nacional. Nacido como Santiago Vega, Cucurto no ha estado libre de controversia. Sus libros, con títulos como Cosa de negros o La máquina de hacer paraguayitos, han recibido acusaciones que van de la pornografía al racismo. Sin embargo, en el medio de todos, escribiendo en un medio tan excesivamente solemne como el argentino, su incorrección política y su estética del goce cumbiero es una bocanada de aire fresco. En Hatuchay, Cucurto apuesta a una prosodia alegre, de versos largos, que hablan del enorme espíritu de vida con el que infunde sus versos. Más ambicioso es Multicancha, del chileno Germán Carrasco. Como ha observado Carla Faesler en su reseña, este libro es "un ejercicio que busca desmontar la estructura sociopolítica y cultural contemporánea" (Letras libres, junio de 2006). En cierto sentido, Carrasco está en las antípodas de Cucurto: una poesía heredera de la densidad intelectual de Raúl Zurita, Diamela Eltit y de la Avanzada chilena. Multicancha, desde estas coordenadas, apuesta a un neobarroco personal en el cual se dirime un lenguaje multidimensional, así como las distintas capas del diseño sociopolítico del mundo. Por su parte, Damaris Calderón, poeta cubana radicada en Chile, plantea una poética más íntima, más emocional, un cuadrante distinto al de sus dos antecesores en la editorial. Escribiendo desde la perspectiva de y acerca de una amada, Calderón logra redimensionar la poesía amorosa y erótica del español a espacios de intimidad lingüísitica, a recuerdos que se expresan en momentos precisos de la palabra. Esta diversidad es otra virtud más de El billar de Lucrecia.

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